Crecer y aprender en la era digital. Una nueva investigación sobre el aprendizaje y la sociabilidad juvenil en la sociedad en red
A propósito de The Class: Living and Learning in the Digital Age, de Sonia Livingstone y Julian Sefton-Green (New York: New York University Press, 2016, 368 páginas). Disponible para lectura en línea
Dra. Inés Dussel, DIE-CINVESTAV, México
Mucho se ha escrito sobre las nuevas generaciones que están creciendo con las tecnologías digitales. Probablemente el concepto más conocido sea el de “nativos digitales”, que supone que los niños y jóvenes de esta época nacen con -o aprenden rápidamente- saberes y conductas que los diferencian abiertamente de los adultos “inmigrantes”. Otra referencia extendida es la de la cultura prefigurativa, propuesta por la antropóloga Margaret Mead a principios de los años ’70 para afirmar que los jóvenes ya no aprenden de sus mayores sino que deben figurarse el mundo por sí solos. Ambos conceptos comparten la idea de que hay una ruptura en la transmisión intergeneracional, que las viejas instituciones quedaron obsoletas y que los jóvenes están creciendo sin guiones previos.
La vida del aula se organiza en torno a garantizar el progreso de los alumnos a través de la escala oficial de niveles de aprendizaje, y a asegurar los aprendizajes cívicos y sociales, entre otras vías por medio de explicitar y consensuar la justicia del orden de trabajo, y garantizar que se haga lugar a todos. Los niños aprenden a actuar en ese mundo escolar y, en líneas generales, lo aceptan y se acomodan a él. Estas demandas atenúan la potencialidad de los medios digitales de traer mayor colaboración o conexión entre la escuela y el hogar, o entre saberes de grupos distintos; se busca evitar el riesgo de introducir temas o perspectivas en conflicto, pero también se evita una interacción más significativa con los mundos de los adolescentes.
En síntesis, el panorama que emerge de esta investigación muestra las múltiples dimensiones que pesan en la vida de las nuevas generaciones. Las tecnologías digitales no son lo único nuevo; las familias y las escuelas también están cambiando con los nuevos desafíos de la vida urbana cosmopolita y multicultural y de las políticas educativas centradas en estándares de desempeño. Las direcciones que toman estos cambios pueden estar más cerca o más lejos de nuestros gustos y predilecciones, pero lo cierto es que no se explican solamente por la proliferación de dispositivos o pantallas digitales. En lo personal, valoro especialmente el análisis de la importancia de la producción de una civilidad en la escuela, una dimensión que se juzga muchas veces como conservadora o disciplinaria pero que es central para la formación ciudadana actual. También destaco la perspectiva situada que propone el estudio, que permite ver los conflictos y tensiones de la Londres actual y cómo atraviesan la experiencia vital de las nuevas generaciones en este mundo hiperconectado. Ojalá este estudio inspire otros en Iberoamérica que permitan profundizar en los modos particulares en que las escuelas y los niños de la región viven las demandas de conectarse y apropiarse del mundo digital.