La ciencia sí es cosa de chicas. Jornada internacional de la mujer y la niña en la ciencia
En 2015 la Asamblea General de Naciones Unidas decidió establecer cada 11 de febrero un día Internacional para reconocer el papel que desempeñan las mujeres en la ciencia. Se pretende visibilizar la valiosa aportación de las científicas, poco conocida, y promover la participación de las mujeres y las niñas en la investigación, la ciencia y la tecnología.
Abejas obreras en la producción científica
Decía en una entrevista reciente Juan Manuel de Prada que “la literatura es como una colmena en la que hay abejas reina (los Unamuno, los Lorca) y luego hay muchas obreras y algunos zánganos. (…) Hay unos grandes personajes, que son como la destilación de lo mejor de su tiempo, y luego hay otros muchos que no pasan a la historia, pero que son los que están libando las flores y recogiendo el néctar y haciendo miel“.
Pues esto mismo se puede aplicar a la ciencia, con la peculiaridad de que las abejas reina son, mayoritariamente, personajes masculinos, frecuentemente reconocidos en los galardones del Nobel y visibles en todos los currículos de ciencia y, las obreras, mujeres invisibilizadas, ausentes en la historia de la ciencia y hasta en los libros de texto.
Es lo que se conoce como el efecto Matilda, un concepto acuñado por la historiadora de la ciencia Margaret W. Rossiter para denunciar la invisibilización de las contribuciones de las mujeres y la atribución de sus logos a sus colegas varones. Rossiter constató que este patrón de invisibilización femenina era muy frecuente en la ciencia, y lo nombró en recuerdo de Matilda Joslyn Gage, una sufragista que, a finales del siglo XIX, luchó por los derechos de las mujeres y de las minorías en Estadios Unidos, y ella misma fue invisibilizada. Un reflejo del efecto Matilda es la escasa presencia de mujeres galardonadas con el Premio Nobel, desde su instauración, en 1901. De los 959 galardonados en estos 123 años, solo 65 han sido mujeres, de las cuales solo 24 han sido premiadas en las categorías científicas (Física, Química y Medicina).
Si hiciéramos una analogía entre el mundo de la ciencia y el montañismo profesional, por ejemplo, los científicos de renombre serían los alpinistas famosos, que acumulan “ochomiles” y copan titulares, mientras que el sufrido grupo de sherpas que los acompañó, colocó pasarelas en puntos difíciles, transportó agua y alimentos y cargó sobre sus espaldas el pesado equipo necesario para alcanzar la cumbre, estaría integrado por becarios, doctorandos, doctores contratados y otro personal científico, en gran parte femenino, especialmente en los campos de ciencias de la vida, química y biosanitarios. Son claros ejemplos de esos “otros muchos –y muchas– que no pasan a la historia, pero que son los que están libando las flores y recogiendo el néctar y haciendo miel“.
En resumen, la ciencia no surge del momento eureka de un personaje aislado, sino del trabajo paciente, riguroso y sistemático de un amplio equipo de personas, interconectadas desde diferentes laboratorios del mundo. Debemos admitir, con Thomas Khun, que la ciencia es una actividad colectiva, llevada a cabo por una gran comunidad de personas que comparten un conjunto de teorías y una forma de ver el mundo.
En esa visión colectiva hay una elección implícita entre diferentes modelos, teorías y paradigmas, que hacen los individuos de acuerdo con su sistema de valores y su modelo de sociedad. Por ello es necesario atraer más talento femenino a esta gran empresa humana, para lo que hace falta proporcionar al alumnado más referentes de mujeres investigadoras y construir una imagen actualizada de la mujer científica en la que se destaque su aportación intelectual y creativa, su capacidad y su profesionalidad.
Una iniciativa para acercar las chicas a la ciencia
En 2015, la Asamblea General de Naciones Unidas decidió establecer un día Internacional para reconocer el papel fundamental que desempeñan las mujeres en la ciencia y la tecnología. Desde entonces, cada 11 de febrero se celebra el Día Internacional de las mujeres y las niñas en la ciencia, con la intención de apoyar a las científicas y promover el acceso de las mujeres y las niñas a la educación, la capacitación y la investigación en los ámbitos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.
El reconocimiento en las aulas de las mujeres científicas pioneras, aprovechando iniciativas como esta, puede promover vocaciones científicas entre las chicas, animarlas a vencer los estereotipos de género y a acercarse a los campos STEM. Pero no solo en las aulas, también en cualquier situación, dentro o fuera de la escuela, que favorezca una inmersión en el mundo de la ciencia, como las visitas a museos de ciencia interactivos, la relaización de proyectos experimentales o la participación en ferias científicas, que son lugares idóneos para que el alumnado se sienta parte del quehacer científico. Hace años, en la primera Feria Madrid por la Ciencia, que tuve la suerte de ayudar a impulsar, encontré a una niña de sexto de Primaria que exponía con convicción, desde el stand de su colegio, su modesta contribución a la ciencia. “Yo fabrico eclipses de Luna”, me explicó. Y en ese momento supe que tenía delante a una futura científica.