La importancia de la educación crítica para combatir las fake news

15 septiembre 2020

Autor: Francisco Thiago Silva. Profesor adjunto del Departamento de Métodos y Técnicas de la Facultad de Educación – Universidad de Brasilia (UnB) en el área de Currículo, Didáctica y Evaluación. Profesor acreditado del Programa de Posgrado en Educación – Modalidad Profesional / PPGE-MP de la UnB. Doctor y Máster en Educación y Currículo (2017) por la UnB. Es licenciado con profesorado en Historia y Pedagogía. Especialista en Historia Afrobrasileña y Africana. Líder del Grupo de Investigación (CNPQ): “Currículo y Proceso Formativo: innovación e interdisciplinariedad”. Investigador afiliado a la Asociación Brasileña de Currículo – ABdC. Fue profesor efectivo de la Secretaría de Educación del Distrito Federal entre 2005-2018 y del Centro Universitario Projeção entre 2014 y julio de 2018.

Más que nunca, el concepto de un “mundo globalizado del conocimiento” cobra sentido en la llamada “era de las fake news”, es decir, tiempos en que la información pasa lejos de ser conocimiento válido y verdadero. Las fake news y la rapidez con la que circulan últimamente despiertan, o deberían provocar, en toda la sociedad una actitud atenta y cautelosa en el tratamiento de esta información. Presentes a una velocidad nunca antes vista, motivadas por la robustez y eficiencia de los medios tecnológicos y de comunicación, materializados, sobre todo, en las redes sociales.

La historia de la humanidad ya ha demostrado, en innumerables épocas y con diversas civilizaciones, cuánto la posesión de datos seguros consolida el poder a quienes los detienen, sin embargo, la forma como el titular de estos datos los distribuye puede significar el fin o la perpetuación de su dominio. Trayéndolo a nuestros tiempos, en los que el acceso y la permanencia en la educación formal es una garantía legal para la mayoría de la población, podemos ver que es allí mismo donde está, sin duda, una de las formas más efectivas de combatir las noticias falsas.

Sin embargo, hay que recordar que el diseño de las políticas de ingreso a escuelas, alrededor del mundo, es pensado y gestionado por las grandes corporaciones, países y grupos que lideran la economía mundial. Muchos de los cuales son los encargados de difundir hechos de veracidad sospechosa, por ende, atentos y ávidos críticos con una mirada interesada e ideológica de estas políticas instructivas que, en ningún caso, pueden significar la pérdida de la dominación económica, social, política, cultural, religiosa y estética, derivada del modo de producción capitalista.

De hecho, el escenario que vivimos actualmente (el mundo de la pandemia de 2020) quedará marcado como el de mayor retracción y retroceso de la economía mundial desde la gran crisis de 1929, pero no nos hagamos ilusiones, no significa una ruptura en el sistema económico actual. El capitalismo, en plena vigencia desde fines del siglo XIX, retoma sus dominios después de grandes colapsos y regresa mucho más fuerte y opresivo, por lo tanto, seguro de que la posesión de información y su distribución interesada y selectiva es crucial para el mantenimiento del mundo tal como lo conocemos desde el período de las revoluciones económicas y políticas que consolidaron esta forma excluyente y desigual de la existencia humana.

Entusiasta como soy del poder emancipador y transformador de la educación, le apuesto fuerte a la garantía de una enseñanza que repercuta en un aprendizaje cada vez más activo por parte de los sujetos involucrados con la labor pedagógica, que tienen como una de sus grandes misiones contemporáneas formar personas más críticas a toda y cualquier forma de opresión, sometimiento social, étnico, religioso y de género que puedan llegar a sufrir.

Extiendo esta expectativa mía al campo de batalla de las fake news. Los sistemas escolares y profesionales de la enseñanza tienen que incorporar el tema en su planificación curricular (formas de seleccionar y organizar los contenidos), por más que no haya una prescripción.

Los estudiantes de todas las edades, desde la primera infancia, tienen amplio acceso a las redes sociales y están sujetos al contacto con el vasto e innumerable mundo de las noticias, incluidas las falsas. Por ende, saber identificar, mapear, consultar y comprobar el origen y la difusión de los hechos es quizás uno de los mayores retos para las familias y la educación en este siglo.

Lo defiendo, en el mejor sentido de lo que Marx señaló como una de las máximas de sus elaboraciones sobre la materialidad de la vida humana, si es en la práctica donde el ser humano comprueba la verdad, resguardados los límites temporales, no nos quepa la menor duda sobre la necesidad de que el currículo escolar tenga que confrontar diariamente la relación de los estudiantes con los peligros que representan las noticias falaces.

La cuestión de si la verdad objetiva pertenece al pensamiento humano no es una cuestión teórica, sino práctica. Es en la praxis que el ser humano tiene que comprobar la verdad, es decir, la realidad y el poder, el carácter terrenal de su pensamiento. La disputa sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento aislado de la praxis es puramente escolástica

Esto confirma la necesidad, según las consideraciones de Saviani (2012), de asegurar una educación y una enseñanza objetivas, escolarizada, científica y clásica, con una fuerte adhesión a los sentidos y significados dados por profesores y alumnos en lo que se refiere al dominio pleno de la mayoría de las formas intelectuales de producción, a través del arte, la cultura y las ciencias.

Es a través de un currículo vivo, significativo e integrado (SILVA, 2020), más allá de la mera yuxtaposición de componentes curriculares estampados en un “plan de estudios”, donde vemos la oportunidad de promover una educación crítica, emancipadora y libertadora, en el mejor sentido de lo que también defendía Paulo Freire (1994).

No debemos dudar del poder transformador de las instituciones educativas formales, mucho menos de los profesionales que las ocupan. Aunque a veces tambalee, por las coyunturas históricas locales, la forma más efectiva de promover cambios sociales y políticos es a través del acceso al “conocimiento poderoso” de alto nivel (JOVEN, 2007), desarrollado por docentes comprometidos con su propia práctica educativa, a partir de una fundamentación teórica acorde con la realidad donde se materializa esta práctica.

En síntesis, reafirmo la necesidad, relevancia y posibilidad de desarrollar habilidades y competencias pertinentes para cada nivel, etapa y modalidad educativa, usando los elementos de las asignaturas escolares, el poder innegable de las tecnologías de la información y la comunicación, de las redes sociales, pero desde una mirada más profunda, de relación con el contenido curricular, con la vida del estudiante, con su cultura y su potencial crítico para combatir la información notoriamente desvirtuada de verdad.

Referencias

  • FREIRE, Paulo. Educação como prática da liberdade. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1994.
  • MARX, Karl. Teses sobre Feuerbach. In: MARX, K; ENGELS, F. Obras Escolhidas em três tomos.
  • Tomo I. Lisboa, Avante!; Moscou, Progresso, 1982.
  • SAVIANI, Dermeval. Pedagogia histórico-crítica: primeiras aproximações. 11. Ed. Campinas: Autores Associados, 2012.
  • SILVA, Francisco Thiago. Currículo Integrado, eixo estruturante e interdisciplinaridade: uma proposta para a formação inicial de pedagogos. Brasília: Kiron editora, 2020.
  • YOUNG, Michael. Para que servem as escolas? Revista Educ. Soc., Campinas, vol. 28, n. 101, p. 1287-1302, set./dez. 2007