Educación inclusiva. El sueño de una noche de verano
En junio de 1994, muy próximos ya al verano, tuvo lugar en Salamanca (España) una importante conferencia mundial promovida por la UNESCO y facilitada por el entonces Ministerio de Educación; “La Conferencia Mundial sobre Necesidades Educativas Especiales. Acceso y Calidad”. Los documentos finales generados en dicha conferencia (la llamada desde entonces Declaración de Salamanca y el Marco de Acción), se han convertido en referencia casi imprescindible para la fundamentación y el desarrollo de esa aspiración que hoy llamamos, educación inclusiva.
A diferencia de lo que había ocurrido cuatro años antes en otra conferencia mundial también promovida por la UNESCO y celebrada en Jomtien (Tailandia), en 1990, con el ambicioso título de “Educación para Todos” (EpT), donde las consideraciones sobre el alumnado más vulnerable de cuantos quepa imaginar en cualquier parte del mundo (el alumnado considerado con necesidades educativas especiales) habían quedado prácticamente orilladas, en la Conferencia de Salamanca se produce una inversión paradójica. Altamente preocupados por la situación educativa (y social) de este alumnado en particular (desde la educación infantil a la universitaria), los análisis que allí se generaron fueron la semilla de una auténtica educación para todo el alumnado, que no dejara a nadie atrás, ni marginado, reconociendo la igual dignidad de todos los estudiantes y que todos importan por igual.
En este sentido mi libro es, en primer lugar, un pequeño y personal homenaje a ese encuentro, que visto ahora en la distancia y aunque entonces no éramos conscientes de ello, marcó mi desarrollo profesional y creo también, que el de otras muchas buenas gentes. La noche de verano aludida en el subtítulo es un recuerdo de aquellos tres o cuatro días de junio, en los que la ciudad de Salamanca puso su extraordinario contexto arquitectónico y social como marco perfecto para el evento, y las autoridades locales y ministeriales la inteligencia, el buen hacer y los medios para que todo fuera propicio para el nacimiento de ese horizonte que hoy llamamos educación inclusiva:
“El principio rector de esta Declaración es que las escuelas tienen que acoger a todos los niños, independientemente de sus condiciones físicas, intelectuales, sociales, emocionales, lingüísticas, u otras…Las escuelas tienen que encontrar la manera de educar con éxito a todos los niños y jóvenes…Con la creación de estas escuelas se da un paso muy importante para … crear comunidades que acojan a todos y sociedades más integradoras” (UNESCO, 1994, pags.59-60).
El título también alberga otra metáfora importante; la del sueño, esto es, la relativa a la visión que muchos compartimos sobre una sociedad con mayor igualad, empezando por la igual dignidad de todo ser humano, sea hombre o mujer, o de cualquier otro género, e independientemente también del resto de las complejas e interdependientes características que definen a unos y a otros; su estado de salud, sus (dis)Capacidades y cualidades; su orientación afectivo sexual o su procedencia, amén de sus creencias, motivaciones, intereses y un largo etc. que resulta casi imposible delimitar.
Los sueños tienen la virtud de marcarnos un horizonte, pero también son una fuente de motivación intrínseca por todos conocida: “persigue tus sueños”, nos han dicho nuestros padres y nosotros se lo repetimos a nuestras hijas o hijos: “pelea por ellos”, “no te rindas”, “no dejes que nadie te llama utópico, ingenuo, inocente…”. Y ahí tenemos a millones de personas por todo el mundo persiguiendo con afán sus sueños de mil colores, texturas y consistencias: en ocasiones de una envergadura descomunal (conquistar el espacio); en otras de corto alcance y casi domésticos, pero no por ellos menos motivadores o importantes.
Una educación más inclusiva para una sociedad más justa y por ello, obviamente, más inclusiva también, es un sueño de una envergadura sin parangón. Lo es porque supone la transformación profunda de un sistema educativo que no ha tenido esa visión en sus orígenes ni en sus desarrollos más recientes. Dicho en otros términos; seguimos teniendo un sistema educativo, global y local, más excluyente que otra cosa. Por eso los sinónimos más afines al deseo de la inclusión, y según en qué plano de la vida escolar nos situemos son: cambio, reforma, mejora, innovación,….
Y a todos ellos les pega bien, les casa y conjuga con elegancia, la principal metáfora que utilizo en el libro para articular sus distintos capítulos: la de un viaje. Y puestos a elegir un viaje simbólico y poético, venía de suyo que este fuera a Itaca, de la mano del gran poeta griego Kavafis. Por otra parte, el libro también contiene poemas de mi querida amiga y gran poeta Gemma Serrano, que abren y cierran el texto. En efecto, un viaje tiene un horizonte deseado (el desarrollo de una educación capaz de articular con equidad las oportunidades para que todas las niñas y los niños puedan estar juntos y convivir sintiéndose reconocidos, valorados y queridos, y al tiempo y gracias a ello precisamente, aprender hasta el infinito y más allá (que diría otro gran filósofo, algo más mundano, conocido como Buzz Lightyear)).Un viaje precisa cartas de navegación para transitar por los “océanos de incertidumbre” de los que hablara Edgar Morin, lo que me ha servido para compartir, precisamente, los marcos teóricos y referenciales para definir y entender que es, a mi juicio, una educación inclusiva y qué no lo es: o, mejor dicho, cuando es una educación excluyente (es decir, promotora de la segregación, la expulsión, la marginación y/o el fracaso escolar de tantos alumnos y alumnas con todas sus combinaciones perversas).
Por otra parte, todo buen navegante que se precie, conoce y sabe utilizar instrumentos para una navegación segura, instrumentos que el libro se transmutan en la referencia a los múltiples saberes en forma de guías, textos y webs (como esta misma), hoy disponibles a golpe de clic para ayudarnos a reconocer dónde pueden estar, a modo de arrecifes peligrosos, las barreras de distinto tipo y en distintos planos de la vida escolar (la cultura de los centros, sus políticas o las prácticas en las aulas), que pueden sacar a la luz algunas de esas caras de la exclusión educativa.
“No temas a los lestrigones ni a los cíclopes, ni al colérico Poseidón” se dice en el poema de Kadafis, porque estarás preparado para eludirlos si antes los has pensado, reconocido y temido, porque son los peligros (como la complacencia), las resistencias y las dificultades que, si o si, te vas a encontrar persiguiendo el sueño de una educación más inclusiva.
La segunda parte del libro se dedica a estos asuntos y en el penúltimo capítulo, les pongo cara, en primer lugar, mediante el relato de algunas situaciones que, a mí por lo menos, me rompen el alma. Por otro lado, lo que hago es recordar algo dicho más arriba; que hoy, aquí y ahora, en todo el mundo, muchos niños y niñas, jóvenes y adultos están viviendo cotidianamente, en la escuela (y fuera de ella también) situaciones de exclusión que deberían avergonzarnos y movilizarnos para revertirlos, aunque ello no parece que ocurre con la frecuencia deseada.
Pero como también digo en el libro, rememorando con cariño a mi madre, hubiera sido “superior a mis fuerzas” terminar este pequeño texto con el amargo sabor de la desesperanza o el desasosiego. Por eso, y porque ¡Itaca existe!, ¡ yo la he visto ¡, he estado allí, porque he conocido a muchas profesoras y profesores que han sabido encarnar en sus aulas y en sus prácticas este sueño compartido en forma de pedagogías inclusivas; en políticas de centro que, entre otras acciones, cuidan la colaboración y el apoyo mutuo de su comunidad educativa y, todo ello, gracias al respaldo de solidos valores inclusivos capaces de resistir los avatares de los vientos ciclópeos y el más helador de las administraciones educativas burocratizadas, miopes e hipócritas (muchas veces), que hace tiempo dejaron de soñar y trucaron todo en normas, reglamentos y currículos sobrecargados e inflexibles, que siguen primando el privilegio de algunos, porque otros sienten que tienen el poder y una dudosa legitimidad para determinar quién puede estar incluido y quien condenado al naufragio de la exclusión.
El sueño de una hermosa noche de verano salmantina les está llamando: ¿a qué o a quién esperan para emprender el viaje? Si se ponen en marcha es posible que nos encontremos por el camino. Será un placer saludarles.